¿Me escucho?

Las pláticas con mi hermana y Manolo, su novio, siempre incluyen risas. Nos reímos de todo y es casi imposible que hablemos en serio siquiera por una vez. Ambos cursan a diario sus clases de estilos rítmicos sentados frente a la batería. Buen ritmo tienen los chicos.

Lo malo es cuando uno se cuelga la guitarra con ellos tocando a tambor batiente. En medio de tal estruendo se corre el riesgo de desaparecer y convertirse en silencio, de quedar en la nada y sin una nota que proponer.

La solución -si la hay- puede ser un potente amplificador que se sepa defender a los embates del pum, pum. O -siendo tajantes- volverse trovador y quedarse a tocar en casa.

“Nosotros no somos así…” dijo un día Carlitos y no le faltaba razón.

Para nuestra calma, según leo en el DDM -Divertido Diccionario de Música-, uno podría aprovechar el estruendo de la batería y matizar sus carencias.

Sí, sí: la batería como una especie de maquillaje que oculte el defecto, la falta de gracia...

“Batería: Eufemismo utilizado para designar un conglomerado de cacerolas y sus tapas, primer ejemplo de percusión casera.//Instrumento utilizado en las bandas de rock y jazz para disimular los furcios de los demás instrumentistas”

Divertido Diccionario de Música

Luego intento defenderme conectando mi amplificador. La intencidad en los tambores no cesa -la intención tampoco, supongo-. Los chicos no dicen nada, siguen riendo.

¿Serán cabrones de tocar tan fuerte con tal de no escucharme con la guitarra?

GBo