diciembre 28, 2009

Memoria Navideña



Hablábamos -por olvidar, por alejar la angustia que nos causaba esa cama- de tantos temas como de ninguno. Decíamos, por ejemplo, que aquella historia que Adelaida nos contaba acerca de Elisa y el affair que Gabriel, su esposo, tenía con una jovencita era, en realidad, la propia historia de Adelaida. El fracaso y la derrota se ven mejor de lejos, se entienden y se puede hablar de ellos cuando se presentan con los demás, nunca con uno.

Pasamos luego a la alegría de neonatos y a la tristeza y el cansancio de geriatría; de lo elegantes que van las visitas al hospital en Nochebuena; que si la noche estaba fría… Lentos iban los minutos cuando un señor ofreció:

-Joven ¿Gusta una empanada?

La cortesía y la amabilidad hace años no viven en esta ciudad. Así que en silenció miré una canasta llena de empanadas y luego la cara del señor. Otra vez la canasta, otra vez al señor intentando entender la propuesta. Él insistió:

-Son gratis no se preocupe

-Siendo así, quiero dos -quise bromear-

-Las que usted guste joven, con confianza -me dijo en tono serio-

Al ver que mi intención de bromear no tuvo el efecto deseado, fui al grano y comenté:

-Que buen gesto del hospital al dar empanadas en Nochebuena ¿No cree?

El señor se aferró fuertemente a su canasta y con enorme esfuerzo por evitar la tristeza reveló:

-No es decisión del hospital, joven. Es decisión de mi familia, pues hace tres años mi nieto estuvo en la sala de urgencias de éste hospital en la noche de Navidad. Lo daban por muerto y nosotros pedimos a Dios que nos hiciera el milagro. A cambio de eso cada año estaríamos aquí la noche del veinticuatro para dar un poco de alegría a todas las personas que sufren por sus familiares. La esperanza fue grande, mi nieto resucitó y ocurrió el milagro, así que aquí estamos…

Lágrimas aparecieron y no pudo decir más. La voz se quebró, dio la vuelta y no hubo un “con permiso

Sin saber cómo; me quedé de pie y callado viendo las dos empanadas que tenía en las manos. Mordí la de jamón. Pensé que hay cenas de Navidad sin invitación al recalentado. El bocado dolió al pasar y mis ojos lo hicieron muy salado…


GBo

5 comentarios:

  1. A

    La navidad de hace 3 o 4 años acompañé a unos amigos al Hospital de Neurología con el móvil de compartir un poco de pan y ponche con las personas que estaban en la sala de espera de urgencias, e incluso en la calle, esperando una noticia de su familiar. A ellos los movía el recuerda de la navidad anterior parados en ese mismo lugar esperando noticias de su hijo de 25 años, a mi las simples ganas de ayudarlos. Cuando llegué lo que pasaba por mi mente era dar un poquitito de aliento con ese ponche y una sonrisa. Gran sorpresa, la que se fue llena de aliento fui yo, uno cree que es el que va a dar, pero gran lección yo fui la que más recibí, fue una navidad diferente, sin copas, sin cena en la mesa pero con el verdadero sentido de la Navidad. Sonrisas, buenos deseos, esperanza, fraternidad, valorar a las personas,valorarme a mi, detenerte en los detalles.
    Es la Navidad que más sentido ha tenido y que hoy con esto que leo lo recordé.

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  2. No puedo más que te pareció el contenido de la caja morada?????????????

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  3. inteesante anecdota O_O
    y es ahi, cuando te das cuenta que los deseos se hace realidad... que aveces las caidas.. te hacen levantarte de una manera diferente.. y te cambian por completo... suelen hacerte amable!

    saludos! (:

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  4. A;

    Dar y recibir... Toda una lección no? Tiempo, cajas moradas, canciones... Algo habrá que aprender...

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  5. Apple;

    Dice Charly "Cuando el mundo tira para abajo, es mejor no estar atado a nada..."

    Pero a veces es difícil no atarse cuando, en caída libre, los amigos te tienden la mano como en esa sala de hospital.

    Gran lección la HUMANIDAD.

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